photos © Emiliano Zúñiga

El ciclo en sí es siempre exactamente el mismo: el cielo, que durante un período de 9 horas se dedica a convocar el agua hasta volverse líquido y no poder más mantenerse suspendido, colapsa estrepitosamente sobre todos nosotros. Este acontecimiento monumental da inicio a un ciclo de 24 horas en que ocurre todo lo que ocurre: ladran los perros, encendemos los electrodomésticos, fluyen los ríos. Me gustaría poder describir mejor este evento inaugural, pero es difícil: es total, absoluto; borra todo lo que ha existido para volver a crear el mismo mundo. Y nosotros nos hemos acostumbrado, en la medida de lo posible. Todas nuestras actividades giran en torno a él, le pagan tributo, lo conmemoran, lo celebran.

Una vez el cielo se mantuvo líquido por cuatro días seguidos, interrumpiendo así este patrón. Las nubes atravesaron nuestras casas por horas y horas, y las arañas que viven en las nubes se apropiaron de todos los espacios que nos han sido encomendados.

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